Capitulo 3 ->Sueños


Me acerqué a ella y la hablé

- ¿Qué quieres? ¿Quién eres?
- Ayúdame… encuéntrale… poder…
- No te entiendo ¿Por qué hablas tan raro?
- ¡Búscame! ¡Búscame!

Anduve unos pasos hacia ella, quería acercarme más para ver si así podía oírla mejor, aunque más bien parecía que me hablaba en otro idioma que yo no conocía. Cuando iba a hacerlo ella andó unos pasos hacia atrás y dijo algo que no entendí. Estiré el brazo para tocarla y entonces me desperté.

El teléfono sonaba. Miré el reloj y eran las seis y media de la tarde. Había dormido unas dos horas y media más o menos.

Me levanté a coger el teléfono. Era Isabel. Me contó que habia ido con el tal Andrés y se habia enrollado con el (tipico de ella, a ver cuanto le dura este) y me contó que era maravilloso. Era emo y le gustaba la misma musica que a ella y los mismos libros y la misma ropa y el mismo etc etc etc, la verdad es que ni me interesaba. Cuando se cansó de hablar se despidió tan eufórica como estaba veintiocho minutos antes. Colgé y volvi a mi trocito de sofá. Entonces volvió a sonar de nuevo. Cansada pasé del telefono, pero quién fuera que me llamase era muy insistente  así que acabe por cogerlo.

- ¿Quién es? – Dije con voz adormilada
- ¡Soy Daniel! ¿Te he despertado de la siesta? – Dijo entre risas
- ¿¡Que!? ¿De dónde has sacado mi número?
- Me lo dio Diana. Me la encontré por el camino cuando volvía a casa y se lo pedí, ella no se negó, decía que insistiera, pero sin pasarme.
- ¡Estúpida Diana!

El se echó a reír

- ¡Para de reírte, yo no le veo la gracia!
- Yo si.  Esque verás, el sábado no puedo salir. Tengo que hacer otras cosas, y si salimos por ejemplo… ¿mañana?
- ¿Eh?
- ¿Eso es un sí verdad?
- ¿¡Que dices!?
- Está bien entonces mañana después de la clase, te esperaré y no podrás escapar
- ¡No! ¡¡Espérate!!

Él colgó, durante unos segundos pude oír como se descojonaba con esa risa suya tan estúpida.

-Estúpido… -murmuré

Estaba muerta, así que me hice una pizza de microondas me la comí y me fui a dormir.

Cuando me dormí tuve otra vez un sueño. Ella estaba en un lugar que me sonaba, era un río, cerca había un puente y todo estaba lleno de plantas, árboles y pedruscos, pero no era capaz de recordar donde estaba eso.

-¿Por qué…?
-¿Por qué, que?
-Porque no escuchas…
-¿A quien debo escuchar?
-Daniel…
-¿¡Qué tiene que ver Daniel contigo!?
-El… ayudar… contigo…
-¿Qué?
-Ayudadme…

De repente desperté. El reloj había sonado y yo no lo había oído, lo cual significaba que me había dormido y llegaba tarde, me vestí y peine rápidamente y me fui lo mas aprisa que pude a la universidad.

En todo el día no vi a Daniel.

Cuando iba por el pasillo de clase, de repente, todo el ruido de las voces de la gente se detuvo  y sólo alcancé a oír el sonido del aire que corría por los corredores del edificio, mire a mí alrededor, y el pasillo, antes abarrotado, se había quedado vacío de repente. Mire hacia el reloj del pasillo, me quede mirándolo fijamente durante unos segundos, las manecillas no se movieron ni un milímetro.

Me dirigí hacia la puerta para salir afuera a buscar a toda esa gente cuando se cruzó ante mí.

Me pellizqué para ver si era un sueño, y me dolió, la miré.
Estaba de pie frente a mí, con la misma ropa que en mi sueño, pero esta vez su cara reflejaba un cansancio imponente.

-Por favor… -Dijo ella -¿Por qué no me escuchas?

Luego dijo algo que no entendí

-¡No es que no te escuche! Esque… esque… ¡No te entiendo! ¿Qué quieres de mí? ¿Quién eres?
-Necesito… abuela… tu… Daniel… ven… por favor…

Casi no entendía nada de lo que me decía.

-¿¡Que!?

De repente el empujón de una persona contra mi hizo que me “despertase” y desapareció la niña. Toda la gente había regresado de repente y el reloj había vuelto a andar. Corrí afuera y mire a ver si estaba la niña, pero no la encontré.

Cuando volví a casa se lo conté a mi madre, ella me dijo que ella tambien la veía pero que cuando yo nací dejó de verla. Al principio ella no podía entender nada de lo que la niña le decía pero con el paso del tiempo sus poderes se fueron formando y afinando y fue capaz de saber lo que la niña la decía, y esta le enseñó a hacer más cosas con sus poderes.

Mi madre me contó que era mi tatarabuela Joselyn. La niña dijo que cuando le dio los poderes a Joselyn ella adoptó su aspecto para que así ella no se asustase y para que los demás pudiéramos entenderla y reconocerla, no sabia bien que quería.

Le expliqué que Joselyn quería decirme algo pero yo no sabia que, mi madre me explicó que a ella le dijo que sólo se lo diría a quien se acercara al otro elegido, pero tuvo que cambiar sus planes porque intuía que para cuando tu pudieras entenderla ya seria tarde así que dos días antes de que nacieses tú me dijo que se acababa el tiempo para decírmelo, porque cuando yo naciese ya seria tarde y no la volvería a ver, tenia que atender a la sangre mas joven, así que decidió quedar conmigo junto a un río en el que jugaba de niña para explicármelo todo.

Pero tú naciste antes de tiempo, y no pude saber que quería.

Me decía a menudo que tenia que darse prisa, que contra más se acercaba el momento más se debilitaba y menos posibilidades tenían de explicárnoslo todo.
En ese momento llamaron al timbre, y yo me subí a mi cuarto dispuesta a escuchar un poco de música y vegetar en mi cama, cuando estaba en el pasillo de la segunda planta oí una voz a mi espalda.

-¿Tu…investigando?
-¿Eh? – Me giré –Hola Joselyn. –Dije todo lo tranquila que pude –Sí, estoy investigando, quiero saber que quieres decirme.
-Madre buena… amable conmigo…
-Si. Mi madre es muy buena…
-¡Parece Joselyn! ¡Yo Joselyn! ¡Jugar juntas! ¡Amigas!
-Si, si se parece mucho a ti. ¿Erais amigas?
-Si, yo niña y jugar con ella. Pero ya no niña, ya cuatrocientos veintidós años…
-¿¡cuatrocientos veintidós!?
-Sí. ¿Dónde Joselyn?
-Joselyn… murió hace mucho…

Su expresión cambió y se tornó muy triste, pasados unos segundos desapareció.

Como la otra vez todo se detuvo, aunque el timbre siguió sonando mientras estaba hablando con Joselyn, lo cual me pareció raro. Me asomé por el hueco de la escalera para ver hacia la puerta. Era Daniel

-¡Creí que me iba a helar aquí!
-Pero… Si acabo de ir en cuanto sonó el timbre…
-No… llevo aquí un buen rato… - se encogió de hombros – O igual se me hizo largo, vete tú a saber… ¿Está María?
-Sí, está arriba

Bajé la escalera corriendo antes de que mi madre me llamara. Ella se fue en cuanto bajé.

-¿Qué haces aquí? – Le dije a Daniel
-Habíamos quedado… ¿Acaso no te acuerdas?
-¿Eh…? ¡Oh! ¡Es verdad! ¡Lo siento, se me olvidó!
- No pasa nada, por suerte vine para que no te me escapes
-No iba a hacerlo. ¿Nos vamos ya o que?
-Claro

Me llevó hasta su coche y me abrió la puerta haciendo la tontería de siempre del carruaje.

-¿Y el príncipe? –Dije mientras entraba en el coche –Aquí solo veo un sapo
-Ya sabes como se convierte al sapo en príncipe –Respondió el.

Me miro unos instantes y se echó a reír mientras se metía en el coche.
Fuimos hasta la Gran Vía y paramos delante de un cine.

-¿No íbamos de compras? –Me quejé
-No. Te engañé como a una tonta –Me guiñó el ojo –Y no me ha costado  nada.
-Bah…

Pues claro que no le ha costado. Pensé. De todas las veces que le e visto últimamente he estado demasiado distraída como para mirar esos ojos hipnotizantes, y no le e tocado desde hace tiempo, ni el a mi.
Me bajé del coche antes que él para que no hiciera una de sus tonterías. Me quiso coger de la mano pero la aparte y le recordé que no me agrada que la gente me toque.

Fuimos a ver la última de Resident Evil, me gustó bastante la peli y por increíble que fuese Daniel estuvo más de una hora callado, lo cual era de agradecer, porque parecía que no se cansaba nunca de hablar.

Al salir del cine me invitó a comer a un burger, no es por nada, ni siquiera me importa, pero si eso era una cena romántica para él, ir a un burger a comer hamburguesas mientras un montón de crios corretean y se suben a las mesas, vamos mal.

Cuando terminamos de comer me preguntó si quería dar un paseo con él, no sé muy bien el porqué, pero acepté. Fuimos paseando por el parque y subimos una colina bastante alta. Desde ella se veía el cielo, oscuro y negro, salpicado por las brillantes estrellas y la luz de la luna.

De repente volví a oírla.

-Que bonito… –Dijo riéndose

La miré de reojo

            -Me refiero a ti y Daniel…

Giré la cabeza y miré a Daniel. El seguía a su aire, mirando las estrellas y tarareando no sequé canción…
Me pareció raro, porque normalmente todo se paraba.

            -El también me ve… pero el muy tonto me ignora…

Yo no dije nada, no quería que creyese que estaba loca o algo así. Ella se puso a reír.

-Si, le pasa como a ti no quiere que creas que está loco, y no lo está, pero es tan tonto que no quiere hablarme, nunca lo ha hecho a pesar de que sabe que estoy aquí y de que me ve –Se dirigió a Daniel- ¡Ella también me ve Daniel!... –Suspiró- Es muy, muy tonto, no me quiere…

Miré a Daniel. Había dejado de tararear y se había tumbado en la hierba, con los ojos cerrados, ni siquiera me había dado cuenta.

            -Me ignora… ¿Sigo alargando el momento o no hace falta?

Negué con la cabeza.

            -Entonces adiós.

Me agaché junto a Daniel.

-¿Te has dormido? No sé volver… así que no te duermas o te robaré el coche y el GPS
-No me he dormido –Abrió un ojo- Solo me apetecía cerrar un poquitito los ojos. Túmbate conmigo –Dijo mientras me regalaba una sonrisa
            -No gracias, ya es tarde…
            -Pues vale…

Se levantó y se sacudió la ropa. Fuimos andando despacito hasta donde había dejado el coche aparcado.
Cuando estuvimos junto al coche el se subió al asiento del piloto, y yo al del copiloto. Antes de arrancar acercó su mano a la guantera y me ofreció una cajita de color azul cielo con un lazo de color blanco.

-Es del color de la ropa que llevabas cuando nos conocimos –Dijo Daniel ofreciéndome la cajita

Yo la tomé entre mis manos

            -¿Qué es?
            -Sorpresa

Abrí la caja deshaciendo con cuidado el lacito. Dentro había dos guantes de tela de color blanco con pelitos en los puños también de color blanco.

            - Unos…guantes…
            - ¿No te gustan?
- Sí son muy bonitos… son de mi color favorito y me gustan las cosas así peluditas, además son suaves pero… ¿Por qué unos guantes?
            - Creo que sé porque te hacen falta… -Dijo muy serio
            - ¿Ah si…? –Musité -¿Y porque?
            - ¡Tienes dermatitis!
            - ¿¡Que!?
            - ¿No? ¿Callos? ¿La piel áspera? ¿Soriasis? ¿Hipersensibilidad?
            - ¿Pero de dónde sacas tú esas conclusiones?
- No lo sé – Se echó a reír – Pero al menos te tapará del frío de Noviembre, y podré tocarte las manos, porque técnicamente no será tocarte, el guante estará entre medias. ¿Los aceptas?
-Claro… Son bonitos… Gracias…
-Me conformo con eso. Aunque no haya conseguido hacerte sonreír.

Llegaba a casa bastante tarde, así que no quise ni imaginarme a que hora llegaría él a la suya. Me bajé del coche y el se asomó por la ventanilla.

-Te daría la mano ahora que si puedo, pero hace frío, así que métete rápido en casa
- De todas formas no era necesario que me dieras la mano – Dije lanzándole una sonrisa sarcástica
-¡Eh! Has sonreído, aunque sea una sonrisa falsa, pero me sirve. Hoy tendré sueños bonitos.
            -Ten cuidado con lo que sueñas…
            -Si, podría hacerse realidad… Decidido, hoy sueño contigo.

Le mire todo lo mal que pude. No conseguí nada más a parte de que su sonrisa se ensanchase aún más.

            -Adiós…
            -Adiós my lady. Que descanse bien en sus aposentos.
            -Y tu ten horribles pesadillas – Dije mientras me dirigía a mi casa

Le oí reírse, y mientras metía la llave en la cerradura oí el rugir del motor del coche que se alejaba de allí. Entre a la casa. Estaban todas las luces apagadas, lo cual quería decir que mis padres se habían ido a dormir. Saqué mi móvil y mire la hora. Era medianoche.

Subí las escaleras procurando no hacer ruido, entré a mi habitación y dejé los guantes sobre la mesita de noche, junto a mi cama, me duché y sin cenar me fui a la cama. Saqué un libro y me puse a leerlo tumbada en mi cama, tapadita y calentita.

            -Son bonitos…

Me sobresalté y alcé la vista del libro. Joselyn estaba sentada a los pies de mi cama, mirando hacia la mesilla, hacia la cajita que contenía los guantes que me había regalado Daniel.

            - Si… Si lo son…
            - Te lo dije… Le gustas… - Murmuró Joselyn
- Ya bueno, ¿Te tengo que decir lo mismo que a Cristina? – Repuse algo irritada
            - Sé lo que le dijiste. Os estaba escuchando…
            - ¿Cómo? Siempre que apareces se para todo
            - Sólo si muestro mi forma física, y esa vez no lo hice.
            - Ahm…
- Lo que importa ahora es Daniel. Tú le gustas, y el a ti, no me lo niegues, porque lo sé, puedo hacer que dejes de tener visiones, pero solo con una persona. Debes decidir quién y estar totalmente segura…
- No quiero que ese alguien sea Daniel. No me interesa. Y una sola persona son pocas.
- Cuando puedas controlar mejor tus habilidades y adquieras algunas nuevas veras en pocas visiones toda la vida de esa persona así que no necesitaras esto. Hasta entonces esto es todo lo que puedo hacer por ti. Voy a ver que hace Daniel. Te traeré fotos de él dormidito – Dijo soltando una risita cantarina – Piénsatelo ¿Si? Por mi…

Y desapareció.
Mire la cajita de los guantes, los saqué y los acaricie. Era tres de Noviembre, y la verdad es que si hacia frío…
Me quede como una boba mirándolos durante un rato. Después los guardé cuidadosamente en la cajita y me dormí.

A la mañana siguiente (viernes, por fin) me levanté y me duché. Me vestí con unos pantalones blancos, un jersey azul cielo, unas deportivas blancas y un abrigo blanco largo. Al ir a acercarme a coger mi reloj de pulsera vi los guantes de Daniel. Los cogí y me los llevé. Bajé a tomar el desayuno. Cogi unos cereales, deje los guantes en la mesa de la cocina y me senté a comer.

            - ¡Los has cogido!
            - Si…
            -¡Lo sabia! ¡Lo sabia! ¡Te gusta!
- Si te refieres a los guantes, si, me gustan, si te refieres a Daniel estás equivocada.
            - Si claro, eso dices ahora
            - ¿Por qué te interesa tanto que salga con Daniel?
            - ¿Porque os quiero y me preocupo por vosotros?
            - Me lo dices o me lo preguntas
- Me lo pregunto a mi misma – miró el reloj – Vas a llegar tarde… me quedaré aquí más rato, así que desayuna tranquila.

Me quedé un rato mirándola. Ella me devolvió la mirada con una sonrisa, su sonrisa encantadora, tierna y cálida.

- No sé cómo me he acostumbrado a verte… Tendría que asustarme, pero no lo he hecho
- Lo sé. ¿No crees que nos parecemos? En el fondo soy una parte de ti. Cuando se traspasan los poderes yo voy con ellos, y de tanto observar a esa persona hasta que es capaz de verme acabo copiando su personalidad. Así que soy casi tú, por eso no te asustas de mi ni nada por el estilo.
- Ahm…

Me terminé mi desayuno, me puse los guantes cogí la mochila y salí de la casa, Joselyn se despidió sonriente frente a la puerta de mi casa, se rió y desapareció.

Cogí mi bici y fui hacia la universidad, por el camino vi a Isabel. Iba otra vez con el chico ese, cogidos de la mano y compartiendo unos auriculares que iban conectados al móvil del chico.


Capitulo 2 -> Coincidencias

- Bueno. Aquí las tortitas son deliciosas – Me miro con expresión divertida – Mi madre cocina genial.
- ¿Tu madre?
- Sí. Mis padres son los dueños, por eso se que es bueno. Ve a sentarte allí, cerca de la ventana, es el mejor sitio.
- Esta bien…

Me fui hacia la mesa mientras Daniel pedía las tortitas a su madre. Me senté junto a la ventana y apoye mi cabeza en la mano mientras miraba a través de las finas cortinas. Me preguntaba que narices hacia aquí. Sí, no había peligro de que Daniel me hiciera nada pero aun así no estaba muy segura de que hacia aquí, tenia cosas que hacer y aún así le seguía el rollo. Quizá no debía hacerlo. O quizá si y así me libraba de una vez de él.

Al poco tiempo volvió y se sentó delante de mí. Yo no me moví un centímetro, no me apetecía, el se quedo mirándome sonriente y yo incomoda le mire de reojo.

- ¿Qué pasa? – pregunté
- Nada ¿No puedo mirarte?
- De esa forma no. Me das escalofríos

Estaba pensando que era muy hermosa. No lo necesito.

- Bueno. Pues mírame tu tambien a mi, así a parte de no sentir que hablo con tu pelo no te sentirás incomoda.

Le mire con desgana.

- Si así me dejas en paz…
- ¡Oh vamos! ¿Qué te pasa? Ya te dije que sentía lo de las gafas. ¿Estas aún enfadada o qué?
 - No estoy enfadada por las puñeteras gafas. Ya ves que tengo otras de repuesto, mi madre es oculista y me conseguirá otras. Lo que pasa es que primero, no te conozco y me has invitado a comer porque si y no te has despegado de mi desde que nos chocamos, tengo cosas que hacer y mírame aquí estoy.
- Bueno. Pero merecerá la pena por las tortitas. – Respondió mientras se reía.
- Bah…
- Tienes carácter, me encanta.

Le lancé una mirada llena de repulsión y se echo a reír. Al poco rato llegó la madre de Daniel y trajo las tortitas, me las comí sin decir nada en todo el resto del tiempo que estuvimos allí. La verdad es que Daniel tenía razón y estaban riquísimas, me las comí con ganas y cuando acabamos Daniel se despidió de sus padres y salimos de allí.

- Bueno. ¿No crees que están deliciosas?
- Están ricas… - refunfuñé - ¿Me dejaras en paz ya?
- Claro. ¿Dónde vives? – respondió entusiasmado
- A ti te lo voy a decir… - murmure
- Entonces tendrás que volver sola. Y calculando que vas a ir andando hasta la universidad… creo que te queda lejos. Y el metro tambien esta lejos.
- Entonces déjame en la universidad, pero no te diré donde vivo, porque a ti no te importa.
- Muy bien. – Se acerco al coche abrió la puerta e hizo una reverencia – Pase a su carruaje
- Que te den. – Dije mientras entraba al coche. El respondió riéndose a carcajadas

Se sentó en el asiento del piloto y se puso el cinturón. Al llegar a la universidad la oscuridad de la zona y su soledad me dio cierto respeto, y sin mi bici no tenia la misma gracia ir de la universidad a casa sola, además tardaría mucho.

                -Bueno María. Hasta aquí hemos llegado
                -Em…Daniel…
                -¿Si?
                -Me puedes… - Agache la cabeza avergonzada – ¿Puedes llevarme a casa?
                - ¿No decías que querías ir sola y que no me dirías donde vives?
                -Bueno si pero… esto… ¡Es muy tarde! ¡Me reñirán! Si, eso…
                -Bueno… si es lo que quieres…
Arrancó y se dirigió hacia donde yo le indicaba. Creí que había desistido en su intento de hablarme, eso o se había cansado, pero no era así.

- ¿Ponemos música?
- A saber que escuchas tu…
- A saber que escuchas tu tambien. La pondré igual. Si no te gusta dilo.

Sacó un CD de la guantera y lo puso.

- Este CD lo grabe yo. Tiene mis cantantes favoritos. Espero que le guste a la damisela.

Puso la primera canción y sonó Decode de Paramore. Era una de mis canciones favoritas. Al rato no pude evitarlo y me puse a cantar.

- Creí que no te gustaría. Aunque pensé que serias el tipo de chica que le gustaría esta música.
- Es una de mis canciones favoritas. Paramore es increíble.

Acabamos cantándola a dúo, el aburrimiento debería ser realmente más grande de lo que pensaba para que hubiésemos acabado así.

“The truth is hiding in your eyes and it's hanging on your tongue just burn in my blood but you think that I can't see”

Luego sonó Uprising, de Muse, esta no la conocía a pesar de que me encantaba Muse.

- Esta tambien es genial – Dijo Daniel – Pero no la cantas, así que debe ser que no conoces a Muse.
- Si que los conozco pero esta no la e oído nunca.
- Bueno damisela. Su carruaje ha llegado.

Paró el coche y se quito el cinturón yo hice lo mismo pero cuando iba a bajarme me agarro. Me zafé de el con un movimiento y le mire a los ojos. Vi su pasado. Vi cuando sus padres abrieron la cafetería, tambien vi su cumpleaños, su primer día de escuela, su primer día de instituto, su primera novia, su primer día de universidad, su último cumpleaños (tenia veinte años, o sea, uno mas que yo)… Tambien vi su futuro, le vi besándose con una chica de pelo castaño con flequillo y un vestido blanco junto a una fuente, sacándose un doctorado en biología y comprándose un piso de puta madre. Pero no vi su muerte…

- No me toques… no me gusta… - murmuré
- Ah… bueno… lo siento… Esque quería darte una cosa.
- ¿Ah?

Sacó el CD y me lo dio.

- Escúchalo, si no te gusta dilo y me lo devuelves.
- ¿Cómo te lo voy a devolver?
- Ya lo verás – me guiñó un ojo – De echo mañana lo verás
- ¿Eh?
- Se hace tarde. Adiós.

Me baje del coche y me dirigí hacia casa. Me gire en el portal para despedirme y él arrancó y se fue.  Cuando entré a casa mis padres estaban viendo la tele. Olía a comida, y si ellos no estaban comiendo es que ya habían comido sin mí. Por suerte no les extrañaba que llegase tarde porque siempre llegaba tarde. Ser puntual no era una de mis virtudes.

Entré al salón, les saludé y me subí a mi cuarto.  Puse el CD que me regaló Daniel. Estaba bastante bien, había más canciones de Muse y Paramore, además de algunas de Slipknot, Mago de Oz, Green Day y Pignoise, entre otros, al menos tenia gusto para la música por muy cansino que fuera.

Me fui a dormir pronto porque al día siguiente tenia que levantarme pronto para ir a la universidad. Tendría que haber ido una semana antes a mirar las listas, pero así me quitaba de agobios innecesarios. Me puse un camisón de color azul cielo, mi color favorito, puse el despertador y me fui a dormir.

A la mañana siguiente me desperté. Eran las seis de la mañana, la hora a la que puse el reloj, estaba muerta de sueño, después de haber estado desde el veinticinco de Junio hasta el trece de Septiembre durmiendo hasta las dos de la tarde era complicado despertarte de golpe a porrazo a las seis de la mañana.

Me desperecé, hice mi cama y me fui a duchar. Me peiné y me puse unos vaqueros azules, una camisa blanca y unas deportivas blancas y azules. Bajé a la cocina, mis padres, por supuesto, no se habían despertado aún, de hecho no tenían que despertarse hasta las ocho de la mañana y a esa hora yo ya no estaría allí. Desayuné rápidamente y me cepillé los dientes, cogí mi mochila (que pesaba un montón) y me fui rápida.

Cogí mi bici y me fui a la universidad. En veinticinco minutos ya estaba allí.

La universidad estaba abarrotada. No encontré a Diana, Cristina e Isabel por ningún lado, así que me las tuve que apañar solita para encontrar mi clase. Cuando la encontré entré y elegí el sitio mas apartado que pude encontrar, para no estar en contacto con nadie por error ni mirar a nadie a los ojos.

La clase pasó tranquila, aunque más bien fueron todo presentaciones. Cuando la gente quiso acercarse a mi me aparte como siempre hago, y procuraba no mirarlos a los ojos. Antes para no oír sus pensamientos, los cuales venían a mi todos a la vez, llevaba siempre mi I-pod negro para no tener que escuchar y así evitar mis muy frecuentes dolores de cabeza.

Cuando acabaron las primeras clases me fui a comer, tardé bastante en encontrar el comedor. Cuando acabé  de comer y me dirigía al campus a pasar el rato hasta la siguiente clase cuando, por el pasillo, empecé a oír música, esta la conocía, era Give Me A Song. Cada vez la oía mas alto, así que al final me giré rápidamente para ver que porras era, al hacerlo vi a Daniel detrás mío, con un I-pod blanco y uno de los auriculares puesto, el otro estaba casi pegado a mi oreja y no me había  dado ni cuenta.

- ¿Te gusta? Es genial – Dijo con una sonrisa
- Si. Si me gusta. Pero tu me estas hartando un poco ¿De donde narices sales si puede saberse?
- Estudio aquí. Estoy en segundo de Biología.
- ¿¡Qué!?
- Eso. Por eso me reía ayer, porque íbamos a ir a la misma universidad ¿No te hace ilusión?
- Sinceramente no – Suspiré

Me di media vuelta y seguí andando hacia fuera, entonces me cogió de la camisa y me gire al instante para soltarle de mí.

- ¡Te he dicho que no me gusta que me toquen!
- Y no te e tocado. Por eso te agarré de la camisa.
- ¡Me da igual! ¡Es casi lo mismo! ¡No vuelvas a hacerlo!
- Perdona… Esque quería preguntarte algo…
- ¡¿Qué!?
- Bueno. El sábado tengo que ir a una tienda a comprar unas cosas. Me gustaría que vinieses conmigo.
- ¿Y eso porque? ¿Acaso no hay más gente en el mundo?
- Sí. Pero todas ellas son muy distintas a ti.
- Que halagador.
- No intento serlo. Es lo que pienso.
- Está bien. Si no tengo nada mejor que hacer quizá y solo quizá me lo piense.
- Entonces no esta todo perdido. Como vi antes que tenias prisa por irte te dejare en paz, pero mañana espero que comas conmigo
- En tus sueños

Y dicho eso me fui, a paso rápido, pero tampoco corriendo mientras oía como se reía.

Las siguientes clases las pase bastante aburrida, aunque me interesaban bastante no conseguía concentrarme porque cada vez que miraba a los ojos al profesor, sin poder evitarlo, al rato oía sus pensamientos. Realmente el pobre hombre estaba muy desmotivado y tampoco tenía un sueldo como para echar cohetes.

Al ir a salir para irme ya a casa encontré a Diana y Cristina, pero Isabel no estaba.

- ¿Adonde os habéis metido? Os llevo buscando todo el día ¿Y donde esta Isabel?
- Estábamos cada una en su clase. –Dijo Cristina- También te estábamos buscando, te hemos buscado en la comida y hemos comido lo más rápido posible para seguir buscándote, y tambien te buscamos por el campus y no estabas, y por si no lo sabes esto es enorme y es difícil encontrar a una persona.
- E Isabel a encontrado un chico que le gusta – Dijo Diana – Ayer le gustaba Daniel, anteayer Marcos y hoy le gusta un tal Andrés, sinceramente no se si algún día se decidirá, de momento a pasado de nosotras para ir por ahí con este a hablar.
- En cuanto ve un tío bueno le sigue a cualquier lado… - Se lamentó Cristina.
- Bueno – Dije – Si ella es feliz así. ¿Vais a ir a algún lado?
- Yo sí – Dijo Diana – Voy a salir con unas viejas amigas, hace mucho que no las veo y me hace mucha ilusión así que iré directamente allí, no quiero llegar tarde.
- ¿Y tú Cris?
- No, yo me iré a casa directamente.
- Te acompaño – Dije

Diana se despidió de nosotras tras mirar su reloj y salio corriendo mientras nos despedíamos de ella hacia un banco cercano, se sentó y se puso unos patines y desapareció de nuestra vista en poco tiempo. Yo acompañe a Cristina a su casa, esta estaba cerca de la mía, una manzana mas adelante, así que yo llegaba primero.
Estuvimos hablando por el camino de nuestras cosas, la expliqué lo que hice ayer con Daniel, ya que me lo preguntó.

-Se le nota que le gustas –Dijo Cristina
-¿Ah si? Pues bien por él
-Dale una oportunidad mujer, seguro que no pasa nada. Mírale, esta bueno, tiene coche, esta haciendo la misma carrera que tú, pero a un curso mas alto, con lo cual te puede ayudar, es simpático y esta coladito por ti ¡Aprovecha un poco mujer!
-Ya te dije que paso de chicos… en cuanto les toque veré como morirán y ningún chico querrá estar conmigo sabiendo que no me podrá tocar jamás, que jamás me podrá acariciar ni me podrá besar porque entonces veré toda su vida, y jamás podrá hacerme una sorpresa, porque siempre lo sabré y tendré que enfrentarme a su muerte, tendré que saber todas sus desgracias incluso sabiendo, que aun amándole yo no puedo hacer nada por el… no quiero eso Cris…
-Oh… ¿Con este tambien?
-Me cogió la mano para evitar que saliera del coche y darme un CD con música que grabo el hace tiempo y que se le antojó darme… Vi toda su vida, o por lo menos una parte… Vi a sus exnovias así como las que tendrá en un futuro, le vi de niño y le e visto de viejo, y sé lo que piensa al mirarle a los ojos, y es difícil no hacerlo porque los tiene preciosos, da igual que me ponga las gafas, no puedo evitar mirarle… aunque no vi su muerte…
-¡Quizás eso sea una señal! ¡Vamos mujer! Oportunidades como estas solo las tiene Isabel, y las echa a perder en pocos meses…
-Lo sé… Pero a veces no es así de fácil… me considerara un bicho raro, como todos y les e tenido que hacer olvidar todo, he tenido que hacer que se olviden completamente de mi y de todo lo que pasaron a mi lado. Y sabes que después de borrar sus memorias no vuelven a hablar conmigo… pierdo buenos amigos por estas cosas…
-Quizás en un futuro consigas que ese poder no sea tan toca pelotas…
-Quizás… Quizás no…

Nos paramos frente a su casa y me despedí de ella. Me preguntó si quería ir por ahí con ella y yo le respondí que no. Estaba destrozada porque casi no había dormido. Me preguntó el porqué y le conté de mis sueños, puso cara de preocupación y se despidió de mi.

Cuando iba hacia casa me encontré a Isabel con el chico ese, el tal Andrés. Era un chico alto, delgadito, con el pelo corto y pelirrojo, vestía estilo emo y llevaba unos cascos enormes de color negro colgando en el cuello. Isabel iba agarrada a su brazo, hablando con el y riéndose a carcajadas… me dio tanta envidia…

Entré a casa y me tiré en el sofá. Mis padres estaban trabajando, lo cual me dejaba con la satisfacción de tener la casa para mi sola, pero tampoco tenía ganas de hacer nada así que me quedé allí un buen rato haciendo “zapping”

Al rato me quedé dormida, ya que últimamente no merece la pena ver la tele.

Tuve un sueño, o quizá una pesadilla muy rara. Estaba en mi cuarto. Había una niña con el pelo peinado igual que el mío pero negro y con los rasgos parecidos a los de mi abuela, solo que su nariz era un poco más grande y sus carrillos eran mucho mas sonrosados. Era una niña muy mona. Llevaba una especie de túnica, o un vestido raro, de un color blanco muy brillante y unas manoletinas de color negro. Tenía colgando en el cuello una cruz y llevaba una pulsera de un color negro azulado muy raro en su mano derecha. En el sueño la niña me habló. La mitad de las cosas que dijo no las entendí. Solo entendí algunas palabras sueltas “ver” “elegido” “ayúdame” “encuéntrame”


CAPITULO I: http://yosoyotaku.blogspot.com/2011/11/lo-que-veo-en-tus-ojos-capitulo-i.html


La sangre de Ethios
Capitulo 1 -> Helia

      -Debes morir… - Dije casi en un susurro mientras mis lágrimas caían - Aunque eso suponga también una muerte para mi alma… - Alcé la voz, mas furiosa que otra cosa, ya que casi no se me oía - Tus pecados deben ser pagados, tu espada a segado muchas vidas, y ahora la mía tiene el deber de segar la tuya… Encomendaré tu alma al infierno para que pagues por tus pecados y como ofrenda para Ousmus…
       -Supongo… que ese es mi castigo… -Dijo él, tirado en el suelo, ensangrentado, llorando, jadeando… - Aunque tú sabes mis razones también sabes que no puedes darme tregua… Tu deber es este, así que termina ya… con mi dolor… y con el tuyo…
       - No te olvidaré, no olvidaré tu rostro, aunque ahora este cubierto de sangre y lágrimas… pero… - Sollocé – pero… me recordaran que cumplí mi misión a pesar de todo…
Agarré la katana por la empuñadura levantándola sobre mi cabeza, dispuesta a clavársela.
       - Adiós… - Susurré
       - Adiós Helia… Te quiero a pesar de esto…
Me eché a llorar, cerré los ojos y clave la espada.

*****


Despierto cubierta de sudor y con los ojos llenos de lágrimas. Siempre me pasa con ese sueño. No veo nada. Todo esta totalmente oscuro, así que ni siquiera se con certeza si soy yo la que sujeta esa espada, aunque si sea que es mí voz, la otra voz me suena mucho pero tras 4 años con el mismo sueño sigo sin ser capaz de saber de quien es.
Me levanto y me visto, me peino y bajo a desayunar, mantengo con mis padres adoptivos la misma conversación de siempre. Que tal he dormido, que voy a hacer hoy, etc. Una conversación agradable, pero monótona.
Hoy tengo la sensación de que va a pasarme algo importante algo que va a cambiar mi vida.
Cojo mi mochila y salgo, dispuesta a ir a clase. Cuando voy por el camino, como siempre, mi mejor amigo, Ethios, corre a mi lado, su pelo negro hasta los hombros esta totalmente revuelto y se lo trata de colocar con las manos mirándome de reojo con aquellos ojos morados impropios de un humano.
       - Mira que pelos tengo ¡Esto por perseguirte! Y hablando de pelos, hoy lo tienes más oscuro, ayer era de un castaño claro muy bonito.
       - Hoy no hace casi Sol, por eso se ve así, es una pena. A mí hoy me dan más miedo tus ojos – Me río. Es una broma casual entre nosotros, cuando lo conocí sus ojos, de un morado muy claro y espejado, me inspiraban un pánico muy extraño, pero con el tiempo me acabe acostumbrando a ellos.
       - Ya – Acompaña mis risas – Pero tus ojos al menos hacen juego con tus ojos, solo que tus ojos no están rizados.

Nos reímos juntos y seguimos andando, hablando de cualquier cosa como cada día desde hacia 4 años.
Mi vida es perfecta. Mis padres son encantadores y muy buenos conmigo, saco buenas notas y tengo muchos amigos además de todo lo que puede desear una chica de 17 años. Y tenia a Ethios, aunque el nunca sabrá que lo que siento por el es algo mas que una fuerte amistad… Perfecta… Hasta ese día…
Las clases pasan como siempre, muy fáciles, con amigas y con Ethios por todos lados, no me quejo, me gusta que esté siempre ahí triscando. Ethios se sienta a mi lado en clase, en el comedor y, como no tenia muchos amigos, tambien en los recreos.
Yo no soy la única que siente pánico de sus ojos, yo al menos me he acostumbrado, pero por alguna razón todos los demás no son capaces.

Volviendo a casa Ethios no me acompaña. A veces pasa. Su padres tenían que ir a nosedonde o hacer no sequé y el debe quedarse en su casa, nunca me deja acompañarle o quedarme con el en su casa haciendo los deberes en este tipo de tardes.
Cuando ya esto ya cerca de casa oigo como alguien me llama. Me giro hacia la voz, pero no hay nadie por la zona. La voz me atrae, así que voy hacia ella como si fuera un imán. Contra más me acerco mas se multiplica la voz convirtiéndose no en una, sino muchas, cada vez mas, que solicitan mi ayuda con desesperación. <<Helia ven, ven por favor, ven…>> Corro hacia la voz, totalmente absorta en ella. Entre unos matorrales brilla una luz blanquecina, y el matorral se mueve como si lo golpease el viento, a pesar de que no hay nada de viento.
Abro las ramas y veo una espada, una Katana con torbellinos dibujados en la empuñadura y un nombre (Aelaria) grabado en la hoja.
La sostengo entre mis manos, y a pesar de que parece enorme y pesada levantarla no me supone esfuerzo alguno, es como si no hubiese cogido nada, como si fuera aire. Me quedo absorta mirándola cuando noto que me miran, alzo la cabeza y veo de pie frente a mi la silueta de una mujer echa de aire.
       - ¡Mi señora! – Se arrodilla ante mi - ¡Sois vos! ¡Sois la princesa Helia! ¡Yo soy Aelaria, su más humilde servidora!
       - ¿Princesa? ¿Yo? Yo no soy ninguna princesa
       - ¡Si lo sois! Os reconocería en cualquier parte. Además solo la sangre de la casa Ousmus puede levantarme. ¡Oh mi señora! Os he visto nacer y crecer, vi a vuestro padre salvaros llevandoos aquí y vi como su padre, el rey Elros y su madre, la reina Gis morían por vos y por Ousmus a manos de los Sheimes, ¡He esperado tanto para poder volver a veros!
       - ¿Q… Que…? No… no puedo ser yo…
       - Si lo sois, leed la empuñadura.
Miro la empuñadura de la espada, en la parte superior hay grabados en oro varios nombres.
“Elfeos, Aireis, Arsenis, Puerios, Culranos, Neseya, Telemero, Elros, Helia… ~ La sangre del reino de Ousmus ~”
- ¿Qué es esto?
- Son sus antepasados. Nada mas nacer, yo grabo los nombres en mí, para recordaros y para que todos sepan a quien pertenezco. Elfeos y Aieris fueron los primeros en empuñarme. Arsenis y Puerios tambien eran hermanos y eran hijos de Elfeos y Aireis; ellos fueron los primeros en luchar contra los Sheimes: Culanos era tu tatarabuelo; consiguió matar a miles de Sheimes; Neseya era indomable y tambien mato a muchísimos pero a partir de la época de tu abuelo Télemelos empezaron a haber mas y la situación se descontrolo; tu padre Elros; no pudo con todos ellos y te llevo aquí como ultima esperanza para el reino de Ousmus ya que la corona de Ousmus y el poder que alberga saben que sigues viva y para poder robar la corona los Sheimes necesitan que tu mueras, ya que el poder mágico que alberga esa corona percibe tambien vuestro poder, y mientras lo perciba nadie puede tocarla salvo vos.
-Pero no puedo luchar contra nadie… no se manejar una espada, no sé magia y no soy una princesa…
- Si lo sois, y si sabéis usarme, y aunque no fuera yo misma puedo enseñaros, tambien os enseñare a controlar el aire, que es el poder que reside en vos. Yo me adapto al poder mágico que cada uno de sus antepasados tuvo, el suyo es el aire. ¿Sabia usted que su nombre significa Tornado? El mío significa Vendaval en Oulitense. Mi madre pensó que era un buen nombre para una espada.
- Pero… no puede ser…
- Si lo es. Le daré la prueba más simple. Dígame su nombre completo mi señora.
- Helia Ousmus Heferos… Mis padres no quisieron cambiarme los apellidos al adoptarme… Decían que eran muy bonitos…
- ¿Veis? Lleva sus apellidos. Y si no fuerais vos no me podríais ver.
Cierro los ojos y agacho la cabeza, para poder pensar con más claridad, tratando de asimilar. Tras un tiempo respondo.

       - Esta bien Aelaria. Me quedaré contigo. Si no me muestras quien soy, entonces será porque yo te he demostrado que no soy esa princesa de la que me hablas. ¿Con quién se supone que tengo que luchar? ¿Quiénes son los Sheimes? ¿Por qué es tan importante que acabe con ellos? ¿Y que hacen aquí?
       - Tu enemigo, a parte de los Sheimes. Son dos en especial. El rey de ese pueblo, del cual desconocemos todo sobre él porque no se le ha visto nunca, o casi nunca, controla un gran ejercito y por ello no precisa salir de los muros de su castillo.
       >> También está su mejor asesino. No sabemos bien su nombre, y quien le ha visto no vivió para que nos lo contase. Es letal, sigiloso, escurridizo, muy poderoso y esquivo… Lleva 7 años bajo las órdenes de los Sheimes y, seguramente, él o ella sea uno de ellos.
       - ¿Tengo que luchar contra un enemigo invisible?
       - Sí quiere expresarlo así mi señora, sí.
Suspiré. Esta mañana era Helia, la niña que adoptaron Josué y Sherezade, de 17 años. La vecina de la señora gorda, la mejor amiga de Ethios, la compañera de clase… Y ahora resulta que se derrumba todo… que soy una princesa y tengo que matar a gente que ni conozco…
Veo que Aelaria se ha quedado mirándome fijamente, sin saber que decir.
       - Esta bien Aelaria… Continúa…
       - Los Sheimes son un pueblo que vivía en Ousmus. Hasta hace un tiempo vivíamos en paz con ellos, pero su rey es un Nigromante poderoso. Hace poco tiempo obtuvo un libro de magia oscura e invocó a cientos de criaturas mágicas como dragones resucitados, esqueletos, semi-vivos, magos antiguos, Shiefs, Piejeis y otras criaturas híbridas, con lo que todo se ha descontrolado bastante. Tan solo hay una pequeña zona, centrada en Ousmus, a la que no ha podido llegar aún, porque varios magos poderosos de la ciudad, mandados por su padre, el rey Elros, levantaron un potente escudo para impedir que llegaran allí.
       >> Es importante que acabe con ellos porque Ousmus es el centro del reino y una de las ciudades más importantes de nuestro pequeño planeta, Eishemen, y si controlan Ousmus, con el poder que Ousmus posee, podrían subyugar al resto de reinos colindantes, y con ellos a los colindantes a estos y así. De hecho este es el plan del líder Sheime.
       >> Vinieron a la Tierra buscándola a vos y a muchos magos que huyeron con vos para asegurarse de su protección y ayudarla a volver a Eishemen, quieren acabar con todos esos magos que se resistieron a los Sheimes y, que si la encontraran a vos antes que ellos, te serian de mucha ayuda.
       - Entiendo… ¿Entonces saben de mi?
       - Poco. Pero saben su nombre y saben de qué tipo es el poder que vos irradiáis por lo que no les costara tanto encontrarla. La búsqueda activa empezó hace 7 años, cuando reclutaron al otro asesino, pero puesto que vos no habéis usado vuestro poder les ha costado encontrarla. El problema reside en que ya han muerto muchos magos. Y más de ellos, y criaturas inteligentes de Eishemen vienen a la Tierra, huyendo de los Sheimes que las matan si no se unen a ellos, así que tambien los matan, y es una masacre.
       - ¿Y como le voy a encontrar yo?
       - Vos carecéis de ese poder. Pero yo si lo tengo. Cuando detecte su presencia en cualquier punto del mundo os teletransportaré allí. Pero antes he de saber si vos tenéis la fuerza suficiente para empuñarme y hasta que nivel controláis vuestro poder. Corte ese árbol por ejemplo.
       Me señala un árbol cercano, yo me aproximo al, cojo la espada con ambas manos y arremeto contra el árbol, cortándolo cerca del suelo. Este cae al suelo y provoca un ruido sordo. Al rato se ilumina y lo rodea un torbellino, partículas de luz, similares a luciérnagas, empiezan a salir de el y, con un destello, el árbol desaparece.
       - ¿Qué ha sido eso?
       - Cuando vos acabéis con un enemigo pasara lo mismo. Es para no dejar huellas, madre me hizo así… Pero eso no quiere decir que no puedan descubrirte, esto hace que irradies un gran poder mágico y puede ser detectable por ciertas personas.
       - ¿Magia?
       - Si. Vos controláis el aire, por eso me veis así, me adapto a la persona que me empuña. La última vez estuve hecha de fuego, era más divertido… En fin, os enseñare a usar la magia y la espada.
       - Bien… Luchare si es mi deber… Enséñame Aelaria
       - Te transportare a Jaisfaishell
       - ¿Qué es eso?
       - Una dimensión entre el cielo, el infierno y Ermehad. Nuestro planeta. Fue creada por los magos más poderosos. Hay un portal que conduce a Ousmus, a un pasadizo secreto en el castillo, pero esta cerrado y en desuso.
       - Aha… Oye, Aelaria… ¿A cuanta… gente me enfrento…?
       - No lo sé. Muchos para una sola persona. Aquí no tenéis nada que temer pero en Ousmus hay más Sheimes, pero al menos, allí, en Ousmus, tendrás aliados. No sufras por ello, estaré a su lado todo el tiempo así como todo su pueblo mi señora Helia
       - Me da miedo…
       - Puedo entenderla. Aunque hace tiempo que deje de sentir esas cosas… Regresa a casa o se preocuparan por ti.
       - De acuerdo…

ETHIOS

Oí una voz mientras andaba con Helia, sabia que me llamaban así que me invente eso de que mis padres se habían ido ya que nadie podía saber mi secreto.
<< ¿Dónde estas Ethios? Te necesitamos >> Oigo en mi cabeza
<< Voy a casa >> Respondo mentalmente
<< Ven a Sheiherald >>
<< Si, amo. Enseguida estoy allí >>
Voy a casa y me visto con la ropa Sheime que tan bien escondida tengo. Los Sheimes, habitantes del desierto, vestimos prendas negras, finas y sueltas. La tela de esta ropa nos aleja del calor abrasador de Shak-Ekibak, nuestro hogar, manteniendo templada nuestra temperatura corporal. O al menos eso me dijo el amo Sheik.
Cojo a mi espada, Pizzeiros, una espada enorme del color de la arena del desierto y forjada con el fuego del mismo Sol de Shak-Ekibak, según la leyenda. Siempre que salgo me tengo que poner unas lentillas que tapan un poco el color de mis ojos, pero estos siempre estropean las lentillas tras un tiempo.
Bajo al sótano de mi casa y llamo a Sheik. En pocos segundos aparece ante mi un portal y entro en el.
Aparezco en una sala circular que tan familiar me es, que siempre esta a oscuras y que nunca he visto a la luz, pero que aun así me es familiar debido al número de veces que estuve aquí. Me arrodillo.
- Hola amo Sheik. He venido a serviros…
Sheik se me acerca. Lleva una túnica negra (Siempre lleva una túnica negra) de la misma tela que mi ropa y tiene, tambien como siempre, el rostro cubierto por una capucha. Yo jamás he visto su cara, pero no me importa, no me importa quien sea, solo me importa que, por mi bien y por la gente a la que quiero debo de servirle.
- Hola Ethios. Has tardado un poco hoy
- Lo lamento señor. Estaba lejos de casa…
- No me importa Ethios. Hemos encontrado un mago en Dinamarca. Tambien hemos detectado magia por la zona en que vives, pero esa no es una magia cualquiera como la de estos magos del tres al cuarto.
Levanto un poco la cabeza
- ¿Quiere decir…?
- Sí, la princesa despertó y tú deberás matarla, es tu deber, ya sabes lo que le pasará a tu familia si no obedeces y dudo que te resulte agradable, no creo que quieras destruir la paz que tanto les ha costado conseguir…
- Sí amo, haré lo que me ordene.