La sangre de Ethios
Capitulo 1 -> Helia

      -Debes morir… - Dije casi en un susurro mientras mis lágrimas caían - Aunque eso suponga también una muerte para mi alma… - Alcé la voz, mas furiosa que otra cosa, ya que casi no se me oía - Tus pecados deben ser pagados, tu espada a segado muchas vidas, y ahora la mía tiene el deber de segar la tuya… Encomendaré tu alma al infierno para que pagues por tus pecados y como ofrenda para Ousmus…
       -Supongo… que ese es mi castigo… -Dijo él, tirado en el suelo, ensangrentado, llorando, jadeando… - Aunque tú sabes mis razones también sabes que no puedes darme tregua… Tu deber es este, así que termina ya… con mi dolor… y con el tuyo…
       - No te olvidaré, no olvidaré tu rostro, aunque ahora este cubierto de sangre y lágrimas… pero… - Sollocé – pero… me recordaran que cumplí mi misión a pesar de todo…
Agarré la katana por la empuñadura levantándola sobre mi cabeza, dispuesta a clavársela.
       - Adiós… - Susurré
       - Adiós Helia… Te quiero a pesar de esto…
Me eché a llorar, cerré los ojos y clave la espada.

*****


Despierto cubierta de sudor y con los ojos llenos de lágrimas. Siempre me pasa con ese sueño. No veo nada. Todo esta totalmente oscuro, así que ni siquiera se con certeza si soy yo la que sujeta esa espada, aunque si sea que es mí voz, la otra voz me suena mucho pero tras 4 años con el mismo sueño sigo sin ser capaz de saber de quien es.
Me levanto y me visto, me peino y bajo a desayunar, mantengo con mis padres adoptivos la misma conversación de siempre. Que tal he dormido, que voy a hacer hoy, etc. Una conversación agradable, pero monótona.
Hoy tengo la sensación de que va a pasarme algo importante algo que va a cambiar mi vida.
Cojo mi mochila y salgo, dispuesta a ir a clase. Cuando voy por el camino, como siempre, mi mejor amigo, Ethios, corre a mi lado, su pelo negro hasta los hombros esta totalmente revuelto y se lo trata de colocar con las manos mirándome de reojo con aquellos ojos morados impropios de un humano.
       - Mira que pelos tengo ¡Esto por perseguirte! Y hablando de pelos, hoy lo tienes más oscuro, ayer era de un castaño claro muy bonito.
       - Hoy no hace casi Sol, por eso se ve así, es una pena. A mí hoy me dan más miedo tus ojos – Me río. Es una broma casual entre nosotros, cuando lo conocí sus ojos, de un morado muy claro y espejado, me inspiraban un pánico muy extraño, pero con el tiempo me acabe acostumbrando a ellos.
       - Ya – Acompaña mis risas – Pero tus ojos al menos hacen juego con tus ojos, solo que tus ojos no están rizados.

Nos reímos juntos y seguimos andando, hablando de cualquier cosa como cada día desde hacia 4 años.
Mi vida es perfecta. Mis padres son encantadores y muy buenos conmigo, saco buenas notas y tengo muchos amigos además de todo lo que puede desear una chica de 17 años. Y tenia a Ethios, aunque el nunca sabrá que lo que siento por el es algo mas que una fuerte amistad… Perfecta… Hasta ese día…
Las clases pasan como siempre, muy fáciles, con amigas y con Ethios por todos lados, no me quejo, me gusta que esté siempre ahí triscando. Ethios se sienta a mi lado en clase, en el comedor y, como no tenia muchos amigos, tambien en los recreos.
Yo no soy la única que siente pánico de sus ojos, yo al menos me he acostumbrado, pero por alguna razón todos los demás no son capaces.

Volviendo a casa Ethios no me acompaña. A veces pasa. Su padres tenían que ir a nosedonde o hacer no sequé y el debe quedarse en su casa, nunca me deja acompañarle o quedarme con el en su casa haciendo los deberes en este tipo de tardes.
Cuando ya esto ya cerca de casa oigo como alguien me llama. Me giro hacia la voz, pero no hay nadie por la zona. La voz me atrae, así que voy hacia ella como si fuera un imán. Contra más me acerco mas se multiplica la voz convirtiéndose no en una, sino muchas, cada vez mas, que solicitan mi ayuda con desesperación. <<Helia ven, ven por favor, ven…>> Corro hacia la voz, totalmente absorta en ella. Entre unos matorrales brilla una luz blanquecina, y el matorral se mueve como si lo golpease el viento, a pesar de que no hay nada de viento.
Abro las ramas y veo una espada, una Katana con torbellinos dibujados en la empuñadura y un nombre (Aelaria) grabado en la hoja.
La sostengo entre mis manos, y a pesar de que parece enorme y pesada levantarla no me supone esfuerzo alguno, es como si no hubiese cogido nada, como si fuera aire. Me quedo absorta mirándola cuando noto que me miran, alzo la cabeza y veo de pie frente a mi la silueta de una mujer echa de aire.
       - ¡Mi señora! – Se arrodilla ante mi - ¡Sois vos! ¡Sois la princesa Helia! ¡Yo soy Aelaria, su más humilde servidora!
       - ¿Princesa? ¿Yo? Yo no soy ninguna princesa
       - ¡Si lo sois! Os reconocería en cualquier parte. Además solo la sangre de la casa Ousmus puede levantarme. ¡Oh mi señora! Os he visto nacer y crecer, vi a vuestro padre salvaros llevandoos aquí y vi como su padre, el rey Elros y su madre, la reina Gis morían por vos y por Ousmus a manos de los Sheimes, ¡He esperado tanto para poder volver a veros!
       - ¿Q… Que…? No… no puedo ser yo…
       - Si lo sois, leed la empuñadura.
Miro la empuñadura de la espada, en la parte superior hay grabados en oro varios nombres.
“Elfeos, Aireis, Arsenis, Puerios, Culranos, Neseya, Telemero, Elros, Helia… ~ La sangre del reino de Ousmus ~”
- ¿Qué es esto?
- Son sus antepasados. Nada mas nacer, yo grabo los nombres en mí, para recordaros y para que todos sepan a quien pertenezco. Elfeos y Aieris fueron los primeros en empuñarme. Arsenis y Puerios tambien eran hermanos y eran hijos de Elfeos y Aireis; ellos fueron los primeros en luchar contra los Sheimes: Culanos era tu tatarabuelo; consiguió matar a miles de Sheimes; Neseya era indomable y tambien mato a muchísimos pero a partir de la época de tu abuelo Télemelos empezaron a haber mas y la situación se descontrolo; tu padre Elros; no pudo con todos ellos y te llevo aquí como ultima esperanza para el reino de Ousmus ya que la corona de Ousmus y el poder que alberga saben que sigues viva y para poder robar la corona los Sheimes necesitan que tu mueras, ya que el poder mágico que alberga esa corona percibe tambien vuestro poder, y mientras lo perciba nadie puede tocarla salvo vos.
-Pero no puedo luchar contra nadie… no se manejar una espada, no sé magia y no soy una princesa…
- Si lo sois, y si sabéis usarme, y aunque no fuera yo misma puedo enseñaros, tambien os enseñare a controlar el aire, que es el poder que reside en vos. Yo me adapto al poder mágico que cada uno de sus antepasados tuvo, el suyo es el aire. ¿Sabia usted que su nombre significa Tornado? El mío significa Vendaval en Oulitense. Mi madre pensó que era un buen nombre para una espada.
- Pero… no puede ser…
- Si lo es. Le daré la prueba más simple. Dígame su nombre completo mi señora.
- Helia Ousmus Heferos… Mis padres no quisieron cambiarme los apellidos al adoptarme… Decían que eran muy bonitos…
- ¿Veis? Lleva sus apellidos. Y si no fuerais vos no me podríais ver.
Cierro los ojos y agacho la cabeza, para poder pensar con más claridad, tratando de asimilar. Tras un tiempo respondo.

       - Esta bien Aelaria. Me quedaré contigo. Si no me muestras quien soy, entonces será porque yo te he demostrado que no soy esa princesa de la que me hablas. ¿Con quién se supone que tengo que luchar? ¿Quiénes son los Sheimes? ¿Por qué es tan importante que acabe con ellos? ¿Y que hacen aquí?
       - Tu enemigo, a parte de los Sheimes. Son dos en especial. El rey de ese pueblo, del cual desconocemos todo sobre él porque no se le ha visto nunca, o casi nunca, controla un gran ejercito y por ello no precisa salir de los muros de su castillo.
       >> También está su mejor asesino. No sabemos bien su nombre, y quien le ha visto no vivió para que nos lo contase. Es letal, sigiloso, escurridizo, muy poderoso y esquivo… Lleva 7 años bajo las órdenes de los Sheimes y, seguramente, él o ella sea uno de ellos.
       - ¿Tengo que luchar contra un enemigo invisible?
       - Sí quiere expresarlo así mi señora, sí.
Suspiré. Esta mañana era Helia, la niña que adoptaron Josué y Sherezade, de 17 años. La vecina de la señora gorda, la mejor amiga de Ethios, la compañera de clase… Y ahora resulta que se derrumba todo… que soy una princesa y tengo que matar a gente que ni conozco…
Veo que Aelaria se ha quedado mirándome fijamente, sin saber que decir.
       - Esta bien Aelaria… Continúa…
       - Los Sheimes son un pueblo que vivía en Ousmus. Hasta hace un tiempo vivíamos en paz con ellos, pero su rey es un Nigromante poderoso. Hace poco tiempo obtuvo un libro de magia oscura e invocó a cientos de criaturas mágicas como dragones resucitados, esqueletos, semi-vivos, magos antiguos, Shiefs, Piejeis y otras criaturas híbridas, con lo que todo se ha descontrolado bastante. Tan solo hay una pequeña zona, centrada en Ousmus, a la que no ha podido llegar aún, porque varios magos poderosos de la ciudad, mandados por su padre, el rey Elros, levantaron un potente escudo para impedir que llegaran allí.
       >> Es importante que acabe con ellos porque Ousmus es el centro del reino y una de las ciudades más importantes de nuestro pequeño planeta, Eishemen, y si controlan Ousmus, con el poder que Ousmus posee, podrían subyugar al resto de reinos colindantes, y con ellos a los colindantes a estos y así. De hecho este es el plan del líder Sheime.
       >> Vinieron a la Tierra buscándola a vos y a muchos magos que huyeron con vos para asegurarse de su protección y ayudarla a volver a Eishemen, quieren acabar con todos esos magos que se resistieron a los Sheimes y, que si la encontraran a vos antes que ellos, te serian de mucha ayuda.
       - Entiendo… ¿Entonces saben de mi?
       - Poco. Pero saben su nombre y saben de qué tipo es el poder que vos irradiáis por lo que no les costara tanto encontrarla. La búsqueda activa empezó hace 7 años, cuando reclutaron al otro asesino, pero puesto que vos no habéis usado vuestro poder les ha costado encontrarla. El problema reside en que ya han muerto muchos magos. Y más de ellos, y criaturas inteligentes de Eishemen vienen a la Tierra, huyendo de los Sheimes que las matan si no se unen a ellos, así que tambien los matan, y es una masacre.
       - ¿Y como le voy a encontrar yo?
       - Vos carecéis de ese poder. Pero yo si lo tengo. Cuando detecte su presencia en cualquier punto del mundo os teletransportaré allí. Pero antes he de saber si vos tenéis la fuerza suficiente para empuñarme y hasta que nivel controláis vuestro poder. Corte ese árbol por ejemplo.
       Me señala un árbol cercano, yo me aproximo al, cojo la espada con ambas manos y arremeto contra el árbol, cortándolo cerca del suelo. Este cae al suelo y provoca un ruido sordo. Al rato se ilumina y lo rodea un torbellino, partículas de luz, similares a luciérnagas, empiezan a salir de el y, con un destello, el árbol desaparece.
       - ¿Qué ha sido eso?
       - Cuando vos acabéis con un enemigo pasara lo mismo. Es para no dejar huellas, madre me hizo así… Pero eso no quiere decir que no puedan descubrirte, esto hace que irradies un gran poder mágico y puede ser detectable por ciertas personas.
       - ¿Magia?
       - Si. Vos controláis el aire, por eso me veis así, me adapto a la persona que me empuña. La última vez estuve hecha de fuego, era más divertido… En fin, os enseñare a usar la magia y la espada.
       - Bien… Luchare si es mi deber… Enséñame Aelaria
       - Te transportare a Jaisfaishell
       - ¿Qué es eso?
       - Una dimensión entre el cielo, el infierno y Ermehad. Nuestro planeta. Fue creada por los magos más poderosos. Hay un portal que conduce a Ousmus, a un pasadizo secreto en el castillo, pero esta cerrado y en desuso.
       - Aha… Oye, Aelaria… ¿A cuanta… gente me enfrento…?
       - No lo sé. Muchos para una sola persona. Aquí no tenéis nada que temer pero en Ousmus hay más Sheimes, pero al menos, allí, en Ousmus, tendrás aliados. No sufras por ello, estaré a su lado todo el tiempo así como todo su pueblo mi señora Helia
       - Me da miedo…
       - Puedo entenderla. Aunque hace tiempo que deje de sentir esas cosas… Regresa a casa o se preocuparan por ti.
       - De acuerdo…

ETHIOS

Oí una voz mientras andaba con Helia, sabia que me llamaban así que me invente eso de que mis padres se habían ido ya que nadie podía saber mi secreto.
<< ¿Dónde estas Ethios? Te necesitamos >> Oigo en mi cabeza
<< Voy a casa >> Respondo mentalmente
<< Ven a Sheiherald >>
<< Si, amo. Enseguida estoy allí >>
Voy a casa y me visto con la ropa Sheime que tan bien escondida tengo. Los Sheimes, habitantes del desierto, vestimos prendas negras, finas y sueltas. La tela de esta ropa nos aleja del calor abrasador de Shak-Ekibak, nuestro hogar, manteniendo templada nuestra temperatura corporal. O al menos eso me dijo el amo Sheik.
Cojo a mi espada, Pizzeiros, una espada enorme del color de la arena del desierto y forjada con el fuego del mismo Sol de Shak-Ekibak, según la leyenda. Siempre que salgo me tengo que poner unas lentillas que tapan un poco el color de mis ojos, pero estos siempre estropean las lentillas tras un tiempo.
Bajo al sótano de mi casa y llamo a Sheik. En pocos segundos aparece ante mi un portal y entro en el.
Aparezco en una sala circular que tan familiar me es, que siempre esta a oscuras y que nunca he visto a la luz, pero que aun así me es familiar debido al número de veces que estuve aquí. Me arrodillo.
- Hola amo Sheik. He venido a serviros…
Sheik se me acerca. Lleva una túnica negra (Siempre lleva una túnica negra) de la misma tela que mi ropa y tiene, tambien como siempre, el rostro cubierto por una capucha. Yo jamás he visto su cara, pero no me importa, no me importa quien sea, solo me importa que, por mi bien y por la gente a la que quiero debo de servirle.
- Hola Ethios. Has tardado un poco hoy
- Lo lamento señor. Estaba lejos de casa…
- No me importa Ethios. Hemos encontrado un mago en Dinamarca. Tambien hemos detectado magia por la zona en que vives, pero esa no es una magia cualquiera como la de estos magos del tres al cuarto.
Levanto un poco la cabeza
- ¿Quiere decir…?
- Sí, la princesa despertó y tú deberás matarla, es tu deber, ya sabes lo que le pasará a tu familia si no obedeces y dudo que te resulte agradable, no creo que quieras destruir la paz que tanto les ha costado conseguir…
- Sí amo, haré lo que me ordene.

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