Capitulo 3 ->Sueños
Me acerqué a ella y la hablé
- ¿Qué
quieres? ¿Quién eres?
-
Ayúdame… encuéntrale… poder…
- No te
entiendo ¿Por qué hablas tan raro?
-
¡Búscame! ¡Búscame!
Anduve unos pasos hacia ella,
quería acercarme más para ver si así podía oírla mejor, aunque más bien parecía
que me hablaba en otro idioma que yo no conocía. Cuando iba a hacerlo ella andó
unos pasos hacia atrás y dijo algo que no entendí. Estiré el brazo para tocarla
y entonces me desperté.
El teléfono sonaba. Miré el reloj y
eran las seis y media de la tarde. Había dormido unas dos horas y media más o
menos.
Me levanté a coger el teléfono. Era
Isabel. Me contó que habia ido con el tal Andrés y se habia enrollado con el
(tipico de ella, a ver cuanto le dura este) y me contó que era maravilloso. Era
emo y le gustaba la misma musica que a ella y los mismos libros y la misma ropa
y el mismo etc etc etc, la verdad es que ni me interesaba. Cuando se cansó de
hablar se despidió tan eufórica como estaba veintiocho minutos antes. Colgé y
volvi a mi trocito de sofá. Entonces volvió a sonar de nuevo. Cansada pasé del
telefono, pero quién fuera que me llamase era muy insistente así que acabe por cogerlo.
- ¿Quién
es? – Dije con voz adormilada
- ¡Soy
Daniel! ¿Te he despertado de la siesta? – Dijo entre risas
-
¿¡Que!? ¿De dónde has sacado mi número?
- Me lo
dio Diana. Me la encontré por el camino cuando volvía a casa y se lo pedí, ella
no se negó, decía que insistiera, pero sin pasarme.
-
¡Estúpida Diana!
El se echó a reír
- ¡Para
de reírte, yo no le veo la gracia!
- Yo
si. Esque verás, el sábado no puedo
salir. Tengo que hacer otras cosas, y si salimos por ejemplo… ¿mañana?
- ¿Eh?
- ¿Eso
es un sí verdad?
- ¿¡Que
dices!?
- Está
bien entonces mañana después de la clase, te esperaré y no podrás escapar
- ¡No!
¡¡Espérate!!
Él colgó, durante unos segundos
pude oír como se descojonaba con esa risa suya tan estúpida.
-Estúpido…
-murmuré
Estaba muerta, así que me hice una
pizza de microondas me la comí y me fui a dormir.
Cuando me dormí tuve otra vez un
sueño. Ella estaba en un lugar que me sonaba, era un río, cerca había un puente
y todo estaba lleno de plantas, árboles y pedruscos, pero no era capaz de
recordar donde estaba eso.
-¿Por
qué…?
-¿Por
qué, que?
-Porque
no escuchas…
-¿A
quien debo escuchar?
-Daniel…
-¿¡Qué
tiene que ver Daniel contigo!?
-El…
ayudar… contigo…
-¿Qué?
-Ayudadme…
De repente desperté. El reloj había
sonado y yo no lo había oído, lo cual significaba que me había dormido y
llegaba tarde, me vestí y peine rápidamente y me fui lo mas aprisa que pude a
la universidad.
En todo el día no vi a Daniel.
Cuando iba por el pasillo de clase,
de repente, todo el ruido de las voces de la gente se detuvo y sólo alcancé a oír el sonido del aire que corría
por los corredores del edificio, mire a mí alrededor, y el pasillo, antes
abarrotado, se había quedado vacío de repente. Mire hacia el reloj del pasillo,
me quede mirándolo fijamente durante unos segundos, las manecillas no se
movieron ni un milímetro.
Me dirigí hacia la puerta para
salir afuera a buscar a toda esa gente cuando se cruzó ante mí.
Me pellizqué para ver si era un
sueño, y me dolió, la miré.
Estaba de pie frente a mí, con la
misma ropa que en mi sueño, pero esta vez su cara reflejaba un cansancio
imponente.
-Por
favor… -Dijo ella -¿Por qué no me escuchas?
Luego dijo algo que no entendí
-¡No es
que no te escuche! Esque… esque… ¡No te entiendo! ¿Qué quieres de mí? ¿Quién
eres?
-Necesito…
abuela… tu… Daniel… ven… por favor…
Casi no entendía nada de lo que me decía.
-¿¡Que!?
De repente el empujón de una
persona contra mi hizo que me “despertase” y desapareció la niña. Toda la gente
había regresado de repente y el reloj había vuelto a andar. Corrí afuera y mire
a ver si estaba la niña, pero no la encontré.
Cuando volví a casa se lo conté a
mi madre, ella me dijo que ella tambien la veía pero que cuando yo nací dejó de
verla. Al principio ella no podía entender nada de lo que la niña le decía pero
con el paso del tiempo sus poderes se fueron formando y afinando y fue capaz de
saber lo que la niña la decía, y esta le enseñó a hacer más cosas con sus
poderes.
Mi madre me contó que era mi
tatarabuela Joselyn. La niña dijo que cuando le dio los poderes a Joselyn ella
adoptó su aspecto para que así ella no se asustase y para que los demás pudiéramos
entenderla y reconocerla, no sabia bien que quería.
Le expliqué que Joselyn quería
decirme algo pero yo no sabia que, mi madre me explicó que a ella le dijo que
sólo se lo diría a quien se acercara al otro elegido, pero tuvo que cambiar sus
planes porque intuía que para cuando tu pudieras entenderla ya seria tarde así
que dos días antes de que nacieses tú me dijo que se acababa el tiempo para decírmelo,
porque cuando yo naciese ya seria tarde y no la volvería a ver, tenia que
atender a la sangre mas joven, así que decidió quedar conmigo junto a un río en
el que jugaba de niña para explicármelo todo.
Pero tú naciste antes de tiempo, y
no pude saber que quería.
Me decía a menudo que tenia que
darse prisa, que contra más se acercaba el momento más se debilitaba y menos
posibilidades tenían de explicárnoslo todo.
En ese momento llamaron al timbre,
y yo me subí a mi cuarto dispuesta a escuchar un poco de música y vegetar en mi
cama, cuando estaba en el pasillo de la segunda planta oí una voz a mi espalda.
-¿Tu…investigando?
-¿Eh? –
Me giré –Hola Joselyn. –Dije todo lo tranquila que pude –Sí, estoy
investigando, quiero saber que quieres decirme.
-Madre
buena… amable conmigo…
-Si. Mi
madre es muy buena…
-¡Parece
Joselyn! ¡Yo Joselyn! ¡Jugar juntas! ¡Amigas!
-Si, si
se parece mucho a ti. ¿Erais amigas?
-Si, yo
niña y jugar con ella. Pero ya no niña, ya cuatrocientos veintidós años…
-¿¡cuatrocientos
veintidós!?
-Sí.
¿Dónde Joselyn?
-Joselyn…
murió hace mucho…
Su expresión cambió y se tornó muy
triste, pasados unos segundos desapareció.
Como la otra vez todo se detuvo,
aunque el timbre siguió sonando mientras estaba hablando con Joselyn, lo cual
me pareció raro. Me asomé por el hueco de la escalera para ver hacia la puerta.
Era Daniel
-¡Creí
que me iba a helar aquí!
-Pero…
Si acabo de ir en cuanto sonó el timbre…
-No…
llevo aquí un buen rato… - se encogió de hombros – O igual se me hizo largo,
vete tú a saber… ¿Está María?
-Sí,
está arriba
Bajé la escalera corriendo antes de
que mi madre me llamara. Ella se fue en cuanto bajé.
-¿Qué
haces aquí? – Le dije a Daniel
-Habíamos
quedado… ¿Acaso no te acuerdas?
-¿Eh…?
¡Oh! ¡Es verdad! ¡Lo siento, se me olvidó!
- No
pasa nada, por suerte vine para que no te me escapes
-No iba
a hacerlo. ¿Nos vamos ya o que?
-Claro
Me llevó hasta su coche y me abrió
la puerta haciendo la tontería de siempre del carruaje.
-¿Y el príncipe?
–Dije mientras entraba en el coche –Aquí solo veo un sapo
-Ya
sabes como se convierte al sapo en príncipe –Respondió el.
Me miro unos instantes y se echó a
reír mientras se metía en el coche.
Fuimos hasta la Gran Vía y paramos
delante de un cine.
-¿No íbamos
de compras? –Me quejé
-No. Te
engañé como a una tonta –Me guiñó el ojo –Y no me ha costado nada.
-Bah…
Pues claro que no le ha costado.
Pensé. De todas las veces que le e visto últimamente he estado demasiado distraída
como para mirar esos ojos hipnotizantes, y no le e tocado desde hace tiempo, ni
el a mi.
Me bajé del coche antes que él para
que no hiciera una de sus tonterías. Me quiso coger de la mano pero la aparte y
le recordé que no me agrada que la gente me toque.
Fuimos a ver la última de Resident Evil, me gustó bastante la peli y por
increíble que fuese Daniel estuvo más de una hora callado, lo cual era de
agradecer, porque parecía que no se cansaba nunca de hablar.
Al salir del cine me invitó a comer
a un burger, no es por nada, ni siquiera me importa, pero si eso era una cena romántica
para él, ir a un burger a comer hamburguesas mientras un montón de crios
corretean y se suben a las mesas, vamos mal.
Cuando terminamos de comer me
preguntó si quería dar un paseo con él, no sé muy bien el porqué, pero acepté.
Fuimos paseando por el parque y subimos una colina bastante alta. Desde ella se
veía el cielo, oscuro y negro, salpicado por las brillantes estrellas y la luz
de la luna.
De repente volví a oírla.
-Que
bonito… –Dijo riéndose
La miré de reojo
-Me
refiero a ti y Daniel…
Giré la cabeza y miré a Daniel. El
seguía a su aire, mirando las estrellas y tarareando no sequé canción…
Me pareció raro, porque normalmente
todo se paraba.
-El
también me ve… pero el muy tonto me ignora…
Yo no dije nada, no quería que
creyese que estaba loca o algo así. Ella se puso a reír.
-Si, le
pasa como a ti no quiere que creas que está loco, y no lo está, pero es tan
tonto que no quiere hablarme, nunca lo ha hecho a pesar de que sabe que estoy
aquí y de que me ve –Se dirigió a Daniel- ¡Ella también me ve Daniel!...
–Suspiró- Es muy, muy tonto, no me quiere…
Miré a Daniel. Había dejado de
tararear y se había tumbado en la hierba, con los ojos cerrados, ni siquiera me
había dado cuenta.
-Me
ignora… ¿Sigo alargando el momento o no hace falta?
Negué con la cabeza.
-Entonces
adiós.
Me agaché junto a Daniel.
-¿Te has
dormido? No sé volver… así que no te duermas o te robaré el coche y el GPS
-No me he
dormido –Abrió un ojo- Solo me apetecía cerrar un poquitito los ojos. Túmbate
conmigo –Dijo mientras me regalaba una sonrisa
-No
gracias, ya es tarde…
-Pues
vale…
Se levantó y se sacudió la ropa.
Fuimos andando despacito hasta donde había dejado el coche aparcado.
Cuando estuvimos junto al coche el
se subió al asiento del piloto, y yo al del copiloto. Antes de arrancar acercó
su mano a la guantera y me ofreció una cajita de color azul cielo con un lazo
de color blanco.
-Es del
color de la ropa que llevabas cuando nos conocimos –Dijo Daniel ofreciéndome la
cajita
Yo la tomé entre mis manos
-¿Qué
es?
-Sorpresa
Abrí la caja deshaciendo con
cuidado el lacito. Dentro había dos guantes de tela de color blanco con pelitos
en los puños también de color blanco.
-
Unos…guantes…
-
¿No te gustan?
- Sí son
muy bonitos… son de mi color favorito y me gustan las cosas así peluditas, además
son suaves pero… ¿Por qué unos guantes?
-
Creo que sé porque te hacen falta… -Dijo muy serio
-
¿Ah si…? –Musité -¿Y porque?
-
¡Tienes dermatitis!
-
¿¡Que!?
-
¿No? ¿Callos? ¿La piel áspera? ¿Soriasis? ¿Hipersensibilidad?
-
¿Pero de dónde sacas tú esas conclusiones?
- No lo
sé – Se echó a reír – Pero al menos te tapará del frío de Noviembre, y podré
tocarte las manos, porque técnicamente no será tocarte, el guante estará entre
medias. ¿Los aceptas?
-Claro…
Son bonitos… Gracias…
-Me
conformo con eso. Aunque no haya conseguido hacerte sonreír.
Llegaba a casa bastante tarde, así
que no quise ni imaginarme a que hora llegaría él a la suya. Me bajé del coche
y el se asomó por la ventanilla.
-Te
daría la mano ahora que si puedo, pero hace frío, así que métete rápido en casa
- De
todas formas no era necesario que me dieras la mano – Dije lanzándole una
sonrisa sarcástica
-¡Eh!
Has sonreído, aunque sea una sonrisa falsa, pero me sirve. Hoy tendré sueños
bonitos.
-Ten
cuidado con lo que sueñas…
-Si,
podría hacerse realidad… Decidido, hoy sueño contigo.
Le mire todo lo mal que pude. No
conseguí nada más a parte de que su sonrisa se ensanchase aún más.
-Adiós…
-Adiós
my lady. Que descanse bien en
sus aposentos.
-Y
tu ten horribles pesadillas – Dije mientras me dirigía a mi casa
Le oí reírse, y mientras metía la
llave en la cerradura oí el rugir del motor del coche que se alejaba de allí.
Entre a la casa. Estaban todas las luces apagadas, lo cual quería decir que mis
padres se habían ido a dormir. Saqué mi móvil y mire la hora. Era medianoche.
Subí las escaleras procurando no
hacer ruido, entré a mi habitación y dejé los guantes sobre la mesita de noche,
junto a mi cama, me duché y sin cenar me fui a la cama. Saqué un libro y me
puse a leerlo tumbada en mi cama, tapadita y calentita.
-Son
bonitos…
Me sobresalté y alcé la vista del
libro. Joselyn estaba sentada a los pies de mi cama, mirando hacia la mesilla,
hacia la cajita que contenía los guantes que me había regalado Daniel.
-
Si… Si lo son…
-
Te lo dije… Le gustas… - Murmuró Joselyn
- Ya
bueno, ¿Te tengo que decir lo mismo que a Cristina? – Repuse algo irritada
-
Sé lo que le dijiste. Os estaba escuchando…
-
¿Cómo? Siempre que apareces se para todo
-
Sólo si muestro mi forma física, y esa vez no lo hice.
-
Ahm…
- Lo que
importa ahora es Daniel. Tú le gustas, y el a ti, no me lo niegues, porque lo
sé, puedo hacer que dejes de tener visiones, pero solo con una persona. Debes
decidir quién y estar totalmente segura…
- No
quiero que ese alguien sea Daniel. No me interesa. Y una sola persona son
pocas.
- Cuando
puedas controlar mejor tus habilidades y adquieras algunas nuevas veras en
pocas visiones toda la vida de esa persona así que no necesitaras esto. Hasta
entonces esto es todo lo que puedo hacer por ti. Voy a ver que hace Daniel. Te
traeré fotos de él dormidito – Dijo soltando una risita cantarina – Piénsatelo
¿Si? Por mi…
Y desapareció.
Mire la cajita de los guantes, los
saqué y los acaricie. Era tres de Noviembre, y la verdad es que si hacia frío…
Me quede como una boba mirándolos
durante un rato. Después los guardé cuidadosamente en la cajita y me dormí.
A la mañana siguiente (viernes, por
fin) me levanté y me duché. Me vestí con unos pantalones blancos, un jersey
azul cielo, unas deportivas blancas y un abrigo blanco largo. Al ir a acercarme
a coger mi reloj de pulsera vi los guantes de Daniel. Los cogí y me los llevé.
Bajé a tomar el desayuno. Cogi unos cereales, deje los guantes en la mesa de la
cocina y me senté a comer.
-
¡Los has cogido!
-
Si…
-¡Lo
sabia! ¡Lo sabia! ¡Te gusta!
- Si te
refieres a los guantes, si, me gustan, si te refieres a Daniel estás
equivocada.
-
Si claro, eso dices ahora
-
¿Por qué te interesa tanto que salga con Daniel?
-
¿Porque os quiero y me preocupo por vosotros?
-
Me lo dices o me lo preguntas
- Me lo
pregunto a mi misma – miró el reloj – Vas a llegar tarde… me quedaré aquí más
rato, así que desayuna tranquila.
Me quedé un rato mirándola. Ella me
devolvió la mirada con una sonrisa, su sonrisa encantadora, tierna y cálida.
- No sé
cómo me he acostumbrado a verte… Tendría que asustarme, pero no lo he hecho
- Lo sé.
¿No crees que nos parecemos? En el fondo soy una parte de ti. Cuando se
traspasan los poderes yo voy con ellos, y de tanto observar a esa persona hasta
que es capaz de verme acabo copiando su personalidad. Así que soy casi tú, por
eso no te asustas de mi ni nada por el estilo.
- Ahm…
Me terminé mi desayuno, me puse los
guantes cogí la mochila y salí de la casa, Joselyn se despidió sonriente frente
a la puerta de mi casa, se rió y desapareció.
Cogí mi bici y fui hacia la
universidad, por el camino vi a Isabel. Iba otra vez con el chico ese, cogidos
de la mano y compartiendo unos auriculares que iban conectados al móvil del
chico.
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