Capitulo 1 -> ¿En serio soy esta tía?
Iba cruzando el parque, estaba
abarrotado, hacia sol pero no calor, venia el aire frío del mes de septiembre
que me helaba la piel y me ponía los pelos de punta, pero que tanto me gustaba.
Me dirigía a una cita con unas amigas cuando le vi. Alto, pelo castaño y ojos
verdes. Iba muy bien vestido, llevaba unos vaqueros azules marino y una camisa
blanca con rayas azules claras, que llevaba recogida por encima de los codos…
Se chocó conmigo tirándome al suelo
todo aquello que llevaba en las manos, además me tiró mis gafas, y por si fuera
poco las pisó con por los nervios al intentar ayudarme.
- ¡Mis
gafas! –Chillé
-
¿Ga…fas? –Tartamudeó - ¿Qué gafas? – Miró a sus pies – Oh… mierda… ¡Lo… Lo siento
muchísimo! ¡Deben de ser caras!
Necesitaba esas gafas. No solo para
ver. Me servían para controlar mis poderes… ahora no iba a poder mirarle a los
ojos…
Si,
tengo poderes. A mis dieciocho años de edad soy un bicho raro entre los bichos
raros.
Tengo poderes de ocultismo. Puedo
ver el pasado de las personas, con pocas excepciones, con solo tocar su piel.
Sin mis gafas, con solo mirarles a los ojos sé lo que piensan. He aprendido a
controlar un poco esta parte de mis poderes. Las gafas anulan completamente el
poder de la vista, como lo llamo yo. Con el veo el futuro de las personas… y
veo su final…
Sin apartar la vista del suelo ni
un momento me agaché y recogí los pedazos de mis gafas.
- ¡No
sabes cuanto lo siento! – Se disculpó – No me fijé. Yo… No me di cuenta iba distraído…
Lo siento muchísimo de verás… ¡Te las pagaré!
- No… no
es necesario… son especiales… son muy caras es mejor que no… además tengo unas
de repuesto aquí mismo…
- Pero…
Bueno… ¡Pero deja que te compense por favor!
- Está
bien… - Sin levantarme saqué las otras gafas de mi bolso y me las puse. Unas
gafas de metal pintadas en azul marino de montura fina y cristal rectangular –
Así mucho mejor…
Me
tendió la mano y yo la cogí para levantarme.
-Esas
son muy bonitas… -Dijo con una sonrisa- Las otras eran una horterada…
Le mire
con mala cara
-
Perdón… - Murmuró
- No
importa… Yo también lo pensaba… no me gusta el rosa fucsia… Las eligió mi
madre.
Le miré a los ojos. Eran preciosos…
Me veía reflejada en ellos. Yo con mi pelo totalmente liso, de color castaño
con destellos pelirrojos y mi flequillo hasta los ojos. Mis rasgos suaves y
definidos… Todos me consideraban una chica muy hermosa. Mis ojos eran verdes.
Tenia una bonita figura (la cual me costaba mucho mantener) Yo vestía una falda
hasta los tobillos de color blanco un top azul cielo y una rebeca blanca.
Llevaba unas bailarinas de color blanco y el bolso era también azul cielo.
Él me
ayudó a recoger mis cosas y yo también las recogí.
Me enteré de que tenía poderes con diez
años. Mis poderes se manifestaron cuando tenía ocho, veía cosas en sueños y
sabía lo que pensaba la gente. Con nueve tenia los poderes igual que ahora,
aunque no tan perfeccionados ni tan precisos, a veces es una ventaja, sobre
todo la lectura de mentes.
Al principio pensaba que estaba
loca, las voces y las visiones me abrumaban y me molestaban. A los diez años es
cuando se lo conté a mis padres, puesto que vi la muerte de mi abuela,
arrollada por un tren… La visión fue horrible y grité por el pánico. Mis padres
vinieron, mi madre me abrazo y yo llore, temblando y tartamudeando les explique
lo que había visto y les pregunté si estaba loca.
- No
hija no lo estás… Se saltó la generación de tu abuela pero yo también vivo con
esto… tu padre no lo sabe… es un poder que tiene nuestra familia cariño,
pensamos que quizás tu te librarías pero no a sido así…
-
¿Poder?
- Sí,
eso que has visto es algo que va a pasar… o que ya a pasado…
- Oigo
voces…
- Puedes
saber lo que piensa la gente… Me miras a los ojos ahora mismo… oyes lo que
pienso yo…
- Hay
que ayudar a la abuela mamá…
- No se
puede mi amor, hagas lo que hagas el destino ya esta escrito si la abuela no
muere arrollada por el tren morirá de una forma más cruel aún por usar tu poder
para cambiar el destino y escribirlo a tu modo, su vida se acabará cuando la
arroye el tren, aunque tú no quieras…
-Pero se
va a morir mamá… para que quiero este poder si no puedo hacer nada con él…
- No lo
sé… quizá tu encuentres la razón…
Una
semana después se murió la abuela…
- ¡Eh,
tú! Te ha dado un aire –dijo el hermoso chico que estaba delante mío mientras
se reía en mi cara
- Ah…
eh… perdón soy una despistada...
- Lo veo
lo veo. Oye, no puedo llamarte siempre tú. ¿Cómo te llamas?
- Para
una tarde no necesitas mi nombre…
- ¡Si
que lo necesito! ¡Dímelo por favor!
- Esta
bien… Me llamo por mi nombre… – El me miro mal - …Que es María.
-Encantado
María, yo me llamo Daniel – Dijo mientras se atusaba el pelo
-Encantada…
-murmuré
Mire mi reloj.
¡¡Las seis en punto!!
- ¡MIERDA! –Grité
de repente- ¡LLEGO
MEDIA HORA TARDE!
- ¿Eh?
- ¡TENDRIA
QUE HABER ESTADO EN LA PLAZA HACE
MEDIA HORA PARA IR CON UNAS AMIGAS A VER SI NOS HABIAN ACEPTADO EN LA UNIVERSIDAD Y
ESTOY AQUÍ HACIENDO EL TONTO CONTIGO!
- Oye,
oye, relax, tengo mi coche aquí. ¿Te llevo?
- ¡No
tienes ni que preguntarlo!
- ¡Sígueme!
Salió corriendo y le seguí al otro
lado del parque. Su coche, un Volvo de color plata estaba aparcado junto a la
entrada (O salida depende como lo mires) del parque. Me metí escopetada en su
coche, sí, no debería hacerlo, es un desconocido, pero no detecte nada en su
mente. De hecho no para de pensar que la ha cagado por romperme las gafas.
Fuimos a toda velocidad hasta la plaza y en menos de diez minutos estuvimos
allí. Me bajé rápidamente del coche y me fui hacia mis amigas.
- Jo,
tía, has tardado muchísimo –Dijo Diana
- Eres
poco puntual pero esto se pasa. – Me riñó Cristina
- Te has
super… ¿¡Quién es ese!? – Dijo Isabel
- Es…
Daniel… - Expliqué - Llegué tarde por su culpa, nos tropezamos en la calle y me
a traído para devolverme el favor… porque ha roto mis gafas...
- Menos
mal, esas gafas eran una horterada. – Dijo Diana
Todas asintieron. Sabia que no les
gustaban, pero no que tuvieran tantas ganas de que desapareciesen.
Mis amigas eran muy raras. Ellas
eran las únicas que tenia. Diana era bajita, con los ojos negros y el pelo
castaño oscuro y ondulado. Cristina tenía el pelo negro, muy largo y rizado y
los ojos marrones, era más alta que yo, pero no mucho más, e Isabel… No sé de
qué color tenia el pelo Isabel, se lo había teñido tanto que ya no lo sabía.
Ahora mismo era naranja zanahoria, aunque ella decía que era rojo fuego pero
que con el sol se veía mal. Sus ojos eran verdes y según se acercaban a la pupila
se volvían marrones. Ella me sacaba una cabeza, me acomplejaba, porque era
menor que yo, aunque solo fueran unos meses.
Isabel
con todo su descaro se acerco a Daniel.
- Oye,
¿Tu de donde has salido? ¿Te ha conjurado María para que salgas de debajo de
una piedra o algo? Ella siempre encuentra tíos buenos y nosotras a dos velas.
- Eh… -
Tartamudeó Daniel – Bueno… no me considero un tío bueno si tú lo ves así genial.
– Dijo con una risita tímida
- Vale
ya. - Dijo Diana – Tenemos que irnos, vamos a llegar tarde.
- Eh… Si
queréis os llevo… Para compensar a María por la pérdida de sus gafas seré su
chofer hoy.
- ¿Hay
peligro? – Dijo Cristina
-
No. – Les respondí, ellas estaban al
corriente de mis poderes, pero nunca se lo habían dicho a nadie, ni yo les leía
la mente (la mayoría de las veces) o les contaba visiones mías relacionadas con
ellas – Es seguro no os preocupéis. Confió en el. Quiere devolverme las gafas, quería
darme dinero y le mande a la mierda.
- No con
esas palabras. – Dijo Daniel
- Calla
y llévanos chofer.
Nos subimos al coche, le dimos la
calle y fuimos hacia a la universidad, no quedaba lejos en realidad, pero las
calles por esa zona eran intrincadas y nos solíamos perder, hasta que le cogiéramos
el truco claro.
Cuando
bajamos Daniel se quedó esperando junto al coche, sentado sobre el capó.
- ¿Vais
a ir a esta? - Preguntó
- Sí. –
Respondí - ¿Tiene algo de malo?
- No,
no, no – Dijo mientras se reía – Suerte chicas.
-
Gracias.
Fuimos corriendo a ver las listas,
por suerte solo llegamos quince minutos tarde, creo que era mi récord. Todas habíamos
sido admitidas, eso me dio una gran alegría, aunque dudo que aquí llevara una
vida normal de universitaria me hacia mucha ilusión empezar ya la carrera de
biología.
Volvimos corriendo a darle la
noticia a Daniel y a agradecerle que nos hubiera traído.
-
¡Enhorabuena chicas! ¿Os vais ya?
- Si. –
Dijo Diana – Tenemos que volver ya porque como nos hemos distraído se nos ha
hecho tarde.
- Muy
bien, pero me quedo con María.
-
¡¿Cómo!? – repuse casi al instante
- Aun no
e terminado de devolverte tus gafas…
- ¡Muy
bien! – Dijo Isabel con cierta picardía – Pues ea, ea, os dejamos solos para
que termine de devolvértelo. ¡¡Adiós, Adiós!!
-
¡¡Isa!! ¡¡Espera!!
- ¡Nada,
nada, adiós! – Dijo mientras agarraba a Diana y Cristina y se las llevaba a la
fuerza, con una sonrisa de oreja a oreja - ¡Diviértete!
-
Imbecil… - Refunfuñe por lo bajo
- Me
caen bien tus amigas. Bueno. ¿Te gustan las tortitas?
- ¿Eh?
- ¡Se un
sitio donde están buenísimas! Te llevare como recompensa.
Me cogió del brazo y me llevo al coche. Fuimos hasta Sol, el
trayecto fue largo, y en los pensamientos de Daniel oía: “Por favor que le
gusten por favor que le gusten”
Cuando murió la abuela quede
destrozada. ¿Para que estos poderes si no puedo ayudar a quienes quiero? Decidí
no volver a contar mis predicciones, y mucho menos de muertes a nadie más nunca
mas, salvo a mis padres.
Mama me contó toda la historia de
nuestros poderes. Por lo que se veía todo empezó hace cinco generaciones.
Alguien encomendó a una mujer de mi familia llamada Joselyn encontrar la manera
de salvar a alguien, usando este poder, la manera de evitar que el destino, ya
escrito, se pueda cambiar, para salvar a una persona en especial, a una persona
muy querida, y tambien muy importante, no solo para mi, sino para todos, puesto
que esa persona seria capaz de cambiar el destino de todas las personas que se
vieran en las visiones. Si en esa generación no se conseguía pasaría a la
siguiente, así como el poder de esa persona a la que hay que salvar pasaría
tambien a su siguiente generación. Por lo que se ve se heredaba. Papa no estaba
muy al corriente, así que el se mantuvo al margen mientras lloraba la perdida
de la abuela.
Empecé a perfeccionar mis poderes.
Aumente el tiempo que tenia que tocar a una persona para ver visiones sobre
ella, para así no tener que rechazar todo contacto humano, así que puedo
aguantar hasta treinta segundos en contacto con una persona sin ver nada. Mamá,
que es oculista, trucó mis gafas de miope para poner unos inhibidores que me ayudarían
a no leer la mente si yo no ponía cierta concentración, y anula totalmente la
manera de ver su final…
Pase todos mis años atormentada por
estos poderes, así que la gente se fue distanciando, en el instituto conocí a
Diana, Isabel y Cristina y han sido las únicas que han conocido mi secreto y me
han aceptado así, y así e estado, practicando con mis poderes, teniendo solo
tres amigas y aguantando burlas primero en el colegio y después en el
instituto. Espero que la universidad sea distinta…
- Maria,
estas todo el rato en las nubes. Baja un poco, que me siento solo
- Ah…
¡Oh! ¿Otra vez?
- Sí.
Otra. Mira hemos llegado.
Se bajo rápidamente del coche y fue
a la otra puerta. Me abrió y con una reverencia me invito a salir.
- No
tienes que hacer tanto el imbécil… - Murmuré
- Quiero
que sonrías. Quiero ver tu sonrisa.
- No se
si aún sé como hacer eso… - Dije mientras me bajaba del coche.
Llegamos
a una cafetería medio cutre. No del todo, pero tampoco era un lujo.
Cuando entramos vi una sala de
tamaño medio. La barra estaba a la derecha de la estancia y por el resto de la
sala estaban las mesas colocadas de una forma muy cuidada, la luz solar que
entraba era tenue y agradable.
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